Una de las cosas que más me fascina del arte marcial es el ambiente que se forma en el Dojo. Tanto si es una clase aislada, como si es un curso, el ecosistema generado es increíble. X personas concentradas y disfrutando de la pasión que les genera el arte marcial.
Debo reconocer que, en mi experiencia, este hecho me parece un “chute” de adrenalina bestial y difícilmente sustituible por otra actividad. Pero la intención de este artículo no es hablar solo del ambiente generado en el Dojo, sino de una de las consecuencias de ese ecosistema. Me refiero, como induce el título de la entrada, a quienes apredenden en el Dojo.
Visto desde fuera podría interpretarse que en una clase el profesor enseña y los alumnos aprenden, pero yo creo que esto va mucho más allá. Tanto si eres un principiante, alumno avanzado, profesor, instructor, kohai, senpai, maestro, etc … lo que quieras …, pero en el Dojo aprendemos todos.
Todo aquel que está en el dojo, que asiste a una clase, a un curso, que está presente y con los 5 sentidos puede absorber conocimientos y aprender de ello. Somos alumnos por siempre y nunca dejamos de aprender.
Si eres alumno tendrás mil y una cosas que asimilar y aprender. Es un camino fascinante que no termina y a medida que avanzas verás más y más por desarrollar. Pero si tienes la responsabilidad de enseñar, y aquí es donde quería llegar, se abre ante ti la posibilidad de aprender por partida doble en cada clase que impartas en el Dojo.
Por un lado tienes que dominar la materia que enseñas, lo cual no es trivial. Recibir es muy sencillo pero transmitir ya es otra cosa. Debes prepararte las clases, estructurarlas y saber transmitir, no solo el conocimiento, sino la ilusión por aprender y mejorar. Se tiene que notar que vives con intensidad lo que enseñas, que te brillan los ojos al transmitirlo y que es tu pasión.
Por otro lado, la comunicación entre todos los miembros de la clase debe ser bidireccional. No entras, sueltas tu rollo, ejecutas el kihon que tenías preparado y te vas. Tienes que estar atento a la información que te ofrecen tus compañeros y/o alumnos y ser capaz de adaptar el trabajo o la explicación a ellos para que puedan comprender y progresar.
Esta última parte es a mi juicio la más compleja, pero también la más enriquecedora. Como decía antes, esa comunicación crea el clima de clase que permite que todos disfrutemos de la práctica y lo que es más importante, que todos aprendamos.
En el dojo no solo se aprenden técnicas y ejercicios, ya de lo dice el dojo-kun, se transmiten valores, pero esto es algo muy repetido y ya conocido por todos. Lo que trato de reflejar en este texto, es que quizás quién más aprende en el Dojo es el profesor, instructor o maestro, por el simple hecho (pero no trivial), de que tiene que transmitir esa pasión y adaptarse en la forma de hacerlo.
Tengo compañeros que al igual que yo hemos empezado hace poco a poner nuestro granito de arena en transmitir la pasión por el arte marcial, y estoy convencido de que disfrutan y aprenden de ello tanto como yo, por lo tanto son los mayores beneficiados en sus dojos.
Personalmente, de cada clase que imparto siempre aprendo algo, puede ser un concepto que se me pasó por alto en su momento, o una forma de explicarlo o desarrollarlo, o una conexión de lo explicado con la vida diaria, o incluso una idea para un nuevo artículo de este blog. ¡Todo suma y me parece fascinante!
Espero que nadie se haya aburrido con este articulo un poco más extenso de lo habitual, pero creo que es importante reflejar una vez mas que en el Dojo aprendemos todos.