La relación entre al alumno y el maestro es algo maravilloso. Si el ecosistema lo permite, y mas adelante veremos a que me refiero con esto, entre estos dos entes se puede crear un vinculo muy interesante y productivo. Respeto, compromiso, complicidad, dedicación, etc … todo ello en dosis elevadas y por ambas partes, puede llegar a crear una situación que podríamos calificar como «mágica».
Toda relación es cosa de dos, las dos caras de una misma moneda y ambas partes deben estar no solo implicadas, sino también bien sincronizadas. De no ser así el ecosistema queda desequilibrado, descompensado y la «magia» a la que hacía referencia antes se atenúa o directamente desaperece.
En otros artículos he mencionado de forma acentuada como el profesor, instructor o maestro trata de incentivar al alumno. Esto es un aspecto muy interesante pero insuficiente por si solo. Como todo en la vida, hay un Ying y un Yang, o como cita la física, toda acción requiere una reacción … y esto no es una excepción. Es en esta pequeña reflexión personal donde quiero llevar el foco de atención, ya que muchas veces pecamos en exceso en nuestros derechos y dejamos un poco de lado los deberes.
El alumno, que es el foco sobre el que quiero centrarme, no es un ente pasivo que viene a recibir información, la procesa, asimila lo que puede y después se va,. ¡No es un autómata! Por contra, es un sujeto que al igual que el maestro debe estar implicado y comprometido al 100%. ¡Él es el máximo responsable! Y repito, el alumno es el máximo responsable de su formación su desarrollo como artista marcial.